CANTABRIA Y LOS ROMANOS

Casi terminado ya el siglo I a.C y con Augusto ostentado el poder en Roma, el Imperio Romano pretendió extenderse hasta fronteras naturales que les permitieran una mejor defensa. Por este motivo comenzó en el 29 a.C una guerra contra las tribus insumisas del norte de Hispania. Durante tres años de guerra, los romanos habían desestimado el poder de estas tribus que en un principio habían considerado fáciles de doblegar. Augusto se vio obligado en el 26 a.C a personarse en la zona y a organizar toda una campaña bélica para poder doblegar a los norteños. Ante semejante situación, astures primero y cántabros después cayeron ante el poder de Roma. Muchos cántabros fueron vendidos como esclavos y trasladados al sur de la Galia. 
    A pesar de todo, los romanos no consiguieron nunca una paz completa, puesto que en el 19 a.C se produjo un nuevo levantamiento, cuyo nacimiento tuvo lugar en la Galia gracias a la unión de los guerreros cántabros que habían sido vendidos como esclavos. Agripa ordenó asesinar a todo el que pudiera luchar y de este modo brutal sofocó la rebelión.
    Las guerras cántabras se extendieron durante un período de diez años y nos cabe el orgullo de haber sido el último pueblo de Hispania al que doblegó el Imperio Romano, aunque incluso durante el período de dominación, los cántabros dieron a Roma muchos quebraderos de cabeza a causa de su espíritu indomable y de su rechazo hacia la dominación.


    Estrabón, uno de los historiadores romanos más célebres, cuenta en sus crónicas varias anécdotas sobre el deseo de libertad de los cántabros. Un muchacho, consiguiendo liberarse de sus ataduras y, cumpliendo el encargo de su familia presa también por los romanos, les dio muerte a todos, pues lo preferían antes de verse como esclavos y privados de su libertad.
    Otro historiador, Dion Casio, nos ofrece un relato sobre el guerrero Corocota, quien tras enterarse de que Augusto había tasado su cabeza en 200.000 sestercios, se personó en el campamento romano. Esta osadía impresionó tanto al César que además de entregarle la suma prometida, decidió no acabar con su vida.
    A pesar del dominio, los cántabros jamás se romanizaron y los intereses romanos en nuestra región no pasaron de alguna explotación minera y un asentamiento de relativa importancia: Iulóbriga. Si nos fijamos en la localización de este asentamiento, veremos que está en los límites de la Meseta (zona de Reinosa), por lo que es fácil suponer que se trataba más de un puesto de vigilancia que de una nueva ciudad.

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